Cuenta la leyenda que en los
bosques cercanos a la aldea de Brig, existe un misterio que todos aquellos
curiosos que se adentran en sus profundidades boscosas, ya no regresan más. Así
empezaba el libro que compró Juan sobre la historia y orígenes de Brig y, que
sentados en su bar más antiguo, leíamos mientras tomábamos una taza de
chocolate, pues el frío era insoportable.
Las primeras páginas del libro
nos despertaron mucha curiosidad, tanta que Juan se acercó al dueño del bar y
le preguntó si esas leyendas se basaban en algún hecho real, que hubiese
provocado la superchería entre las gentes del pueblo con sus correspondientes leyendas,
pero el dueño del bar se ratificó en la existencia de algún ente sobrenatural
escondido en esos bosques.
Su respuesta provocó que nuestra
curiosidad fuese en aumento y decidimos explorar el bosque, aunque no sin antes
proveernos y prepararnos bien, comprando lo necesario e imprescindible para nuestra
emocionante aventura.
Salimos temprano. Guiados por el
mapa el camino no se hizo pesado ni peligroso. Charlábamos de nuestras cosas,
contemplábamos el paisaje y hacíamos fotografías, aunque también nos detuvimos
para descansar y comer. Por el momento no apreciábamos nada fuera de lo normal
que justificara aquellas inexplicables desapariciones.
Llegamos a un claro cuando el atardecer
se nos echaba encima y decidimos acampar. Hicimos una hoguera rodeada con
piedras que la protegían y separada de la hierba seca y los árboles, evitando
así posibles desastres naturales con el fuego. Colocamos los sacos de dormir
uno junto al otro alrededor de la hoguera y sorteamos los turnos de vigilancia
cada dos horas.
Juan fue el primero en montar
guardia mientras el resto dormíamos. Todo parecía tranquilo hasta que de
repente nos despertó. Su rostro estaba cubierto de sudor y temblaba de miedo.
Le preguntamos qué había visto y nos explicó que una sombra con una espalda
curvada se desplazaba entre los árboles emitiendo sonidos muy extraños, al
tiempo que una extraña niebla lo envolvía. Dada su fantástica historia creímos
que habría sido una pesadilla muy vívida. Dejamos que descansara pasando el
turno a Toni.
Desperté sobresaltada y Toni no
estaba. Me extrañé aunque al principio no le di mucha importancia, solo cuando pasó
un rato y vi que no regresaba decidí salir en su busca. Sin despertar a nadie cogí
la linterna más grande y una botella de agua.
Me adentré en el bosque. De noche
la naturaleza es muy diferente hasta el camino que harías con los ojos cerrados
por conocer cada metro cuadrado de él, bajo la luz de la linterna se vuelve
desconocido y raro. Solo el negro es protagonista a tus ojos. Percibes olores
muy variados al igual que sonidos quienes te atacan y rodean, cerrándote
cualquier posible vía de escape. Tropiezas con piedras que ya conoces pues siempre
han estado ahí pero que ahora no ves. Los animales nocturnos como las arañas no
te dan tregua. Aparecen de todos los tamaños y especies tejiendo sus pegajosas
trampas. Son tantas que solo ellas parecen habitar el bosque nocturno.
Intentando fijarme en todo cuanto
me rodeaba, oí un susurro lejano. Pensé que podía ser Toni y enfoqué la
linterna hacia su origen cuando algo se movió entre los matorrales y dicho
susurro se convirtió en un grito agudo y fantasmal. Se me heló la sangre, pues
no parecía humano. Ya no podía ser Toni.
Las piernas a duras penas me sostenían
el cuerpo mientras que las manos temblorosas hacían que la luz de la linterna
se moviera sin rumbo. De repente entre la oscuridad aparecieron dos ojos rojos mirándome
fijamente hasta que algo grande volvió a moverse entre los espesos matorrales.
Aterrorizada decidí volver al
campamento. Corría tanto que las ramas de los árboles me arañaban haciéndome
sangrar. Caí al suelo repetidas veces, hiriéndome, mientras las arañas se paseaban
por mi cuerpo, cubriéndolo con sus finas y largas patas.
Finalmente tras luchar por mi
salvación, llegué al campamento y fue aún mayor mi desesperación cuando no vi a
nadie. Habían desaparecido, sus cosas seguían allí, pero sin rastro de ellos.
Solamente estaba yo y una misteriosa
sombra, que saltando con la espalda curvada, me miró con sus ojos rojos y
penetrantes, mientras corría hacia la profundidad del bosque para esconderse y
seguir dando caza, a sus despistadas y confiadas presas.
Liliana Castillo Girona
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