dimecres, 11 de desembre del 2013

LA NIEBLA

Siempre silenciosa e imprevisible se acerca hasta que te envuelve en su frío y misterioso abrazo fantasmal. Así se comporta en el mar, llegando a ser tan densa y espesa que ninguna vida ya sea humana o marina se atreve a mezclarse con ella.

En una marioneta insegura, miedosa y ciega te conviertes cuando te mueves para escapar de ella. Quieres encontrar un lugar para resguardarte del frío y la humedad que siempre la acompañan, pero es inútil, pues en lugar de avanzar, te golpeas y tropiezas continuamente porque no ves, y, en lugar de dirigirte a tu meta la niebla te desorienta y te pierde en un extraño lugar. Desesperado ya, llamas a tus compañeros para que te socorran, pero es inútil, porque ellos también tienen miedo y sabes que no lo harán.

De repente la niebla se mueve y te acaricia la piel, helándotela. Su gélido aliento te invade y te hace temblar. Intentas respirar pero tu congelada garganta solo consigue tragar microscópicas moléculas de oxígeno que convertidas en agujas se clavan sin piedad, haciéndote toser y sangrar.
 

Ya casi no puedes respirar. Estás solo con esa niebla infernal. De repente oyes pasos acercándose. Cuando crees que estas salvado, la niebla aún se vuelve más densa, haciendo que tu compañero pase a pocos metros de ti sin conseguir verte, en cambio tu puedes contemplar extenuado y sin fuerzas ya para gritar, como desaparece entre su espesa capa fantasmal, dejándote en el más absoluto abandono y soledad.

Estas desesperado y muy acabado. No se oye nada, el silencio es total, hasta el mar parece haber muerto, solo estáis la niebla y tu. Sabes que ella no te abandonara, pues permanecerá a tu lado esperando ver como la desesperación y el terror que te ha provocado su presencia, termina agotando a tu ya, muy fatigado corazón.


Liliana Castillo Girona

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