Dicen que entre los lobos siempre ha existido desde tiempos remotos un código que acatar: someterse a la jerarquía y obedecer las reglas, pero la historia que os voy a contar es la de un lobo que, habiendo nacido dentro de una manada, su espíritu siempre libre y rebelde le convirtieron en un extraordinario y excepcional animal, el cual consiguió cambiar la mentalidad de muchos de su especie. Así pues, prestad atención a estas cortas líneas, pues esta es la historia de un lobo que existió en los Pirineos, y que el paso del tiempo nunca consiguió borrar.
Era un cruel día de invierno, el gélido viento del Norte azotaba sin piedad, descargando su furia contra los árboles, quienes incansables se balanceaban de un lado a otro esperando su turno para morir. Entre aquel ruido ensordecedor una hembra blanca dio a luz a un lobo de oscuro pelaje: Lobo Negro. Cuando abrió los ojos se encontró con su familia formada por dos hermanos uno blanco como la madre, el otro de espeso pelaje gris, su abuela (matriarca) y a su padre un enorme lobo, oscuro y brillante como él (macho alfa).
Los días pasaban y Lobo Negro no hacía más que jugar y divertirse con sus dos hermanos, corriendo, retozando sobre la nieve, saltando, y jugando con piñas que simulando ser roedores, escapaban de sus afilados y largos colmillos, siempre dispuestos a devorarlos.
Su feliz infancia transcurría y así llegó a un año de edad. Lobo Negro junto con sus hermanos ya estaba preparado para entrenarse en la caza. Un día, su padre los llevó a un valle donde la comida era abundante. Evidentemente su inexperiencia se hacía presente y finalmente era su padre quien se encargaba de dar caza a la enorme presa: un ciervo. Siendo aún joven, su instinto ya lo ha preparaba para conseguir el alimento necesario. Esto le convertiría años más tarde en uno de los mejores depredadores de la especie Lupus, aunque aún tendría que esperar cierto tiempo.
Como todo en este mundo, nada es eterno y la felicidad y tranquilidad que les acompañaban desde hacía tiempo pronto llegó a su fin cuando de repente percibieron un olor muy fuerte de un grupo desconocido de lobos. Éstos eran los potentes cazadores de grandes presas quienes hasta ahora se habían mantenido en el valle de los hielos eternos, pero al parecer habían perdido su sustento y buscando nuevos territorios, se encontraron con el de Lobo Negro y su familia. Estos lobos invasores les superaban en número y fuerza y poca resistencia podían ellos presentar.
Tanto la hembra Matriarca como su abuelo el macho alfa lucharon sin descanso ni esperanza, pero todo intento fue en vano, los invasores les superaron en cada ataque. Lobo negro era demasiado joven para hacerles frente, así como sus dos hermanos. La madre decidió reunir a sus cachorros alejándolos de la batalla. El macho alfa (su abuelo) murió y la matriarca quedó muy malherida. Creyendo que ésta les acompañaría en su aventura y exilio, la esperaron, fue una inacabable espera, pues la abuela de Lobo Negro sabía que la muerte se le acercaba y permaneció tumbada y abandonada. Con las fuerzas ya menguadas lanzó su último aullido despidiéndose de su tan estimada manada.
Lo que anteriormente fue una feliz familia ahora solo quedaban cuatro: él, su madre y sus dos hermanos, destinados a vagabundear yendo a la deriva, por haber perdido a sus líderes, quienes les protegían y enseñaban. Su madre no era lo suficientemente fuerte para cuidar de sus hijos y alimentarlos dando caza a presas, así que esperó a su época de celo para lanzar llamadas desesperadas al viento, con la esperanza que algún lobo joven y solitario respondiera a sus cantos.
Los lobos pasaron hambre durante días y cuando ya lo daban todo por perdido, a través del gélido viento invernal les llegó un sonido esperanzador. Un macho joven y solitario estaba cerca.
El joven y desconocido lobo se acercó con cuidado a la madre loba y a sus jóvenes hijos. Al parecer la conexión fue buena y poco a poco volvieron a formar lo que antaño habían perdido: una familia. El nuevo padrastro resultó ser muy buen compañero y les enseñó todos los secretos de la caza, mediante carreras con principio sin fin y combates de lucha libre como forma de juego.
Cuando el padrastro de Lobo Negro creyó que ya estaban preparados, los llevó a una laguna cercana, donde un pequeño grupo de hembras de ciervos bebían. Lobo negro entusiasmado comenzó la persecución, pero aunque ya tenía dos años, la inexperiencia se apoderó nuevamente de él. Esta vez su padrastro yendo a su lado le mostró el último secreto que le quedaba, y, donde un lobo fracasa, dos triunfan. Finalmente no solo consiguieron derrotar a la presa sino convertir además a Lobo Negro en un gran cazador.
El tiempo siguió su avance implacable, y llegó el día que Lobo Negro, sintió una intensa y obsesiva llamada. Él no podía resistirse a esa necesidad, era un adulto joven y la necesidad de aparearse y reproducirse era más fuerte que el hambre. Al principio empezó alejándose hasta los límites de su territorio, pero un día perdió la noción de su espacio tiempo convirtiéndose en un lobo solitario en territorio desconocido. Quería regresar pero no pudo. Solo soportaba esta vida vagabunda y la hambruna por verse obligado a cazar solo, con la única esperanza de encontrar una compañera. El hambre lo castigaba sin tregua, alimentándose solamente de presas pequeñas. La desesperación se apoderó de él y empezó a lanzar llamadas, con la esperanza que éstas atravesaran las poderosas montañas y llegaran a oídos de alguna hembra solitaria.
Finalmente y a punto de morir de hambre y pena llegó a un nuevo valle, con un lago en el centro. Observó sigilosamente desde lejos. Evitó de momento acercarse puesto que había muchos lobos, y en su territorio él era un extranjero. Tenía que protegerse de los machos alfa, pues si lo consideraban enemigo podrían acabar con la aventura de su vida.
Desde su posición escondida, una de las hembras respondió a su llamada de amor y se le acercó entusiasmada. Mientras, el macho alfa lo descubrió y llevado por su sentido de la protección se lanzó sobre él. Lobo Negro llevado por el pánico escapó a la carrera para salir de su territorio, quedándose en los límites.
A Lobo Negro no le importó permanecer en sus límites pues las hembras de la manada eran quienes se le acercaban, y como él no era lobo de una sola hembra, se relacionó con cuantas más mejor. Así pasó el tiempo hasta que debido a sus numerosos galanteos se convirtió en padre de dos camadas, a quienes visitaba y llevaba alimentos, siempre a escondidas.
Llegó el día en que la hembra (matriarca) de esta manada murió por ser ya muy vieja y para suerte de Lobo Negro, el macho alfa decidió trepar por los riscos de una montaña y encontrar un lugar donde esperar su final, alejándose de la familia que durante largos años había protegido y alimentado.
Esto fue una oportunidad para Lobo Negro quien por un tiempo se quedó al mando de la manada, pero libre de todo compromiso. Los alimentaba y protegía hasta que un nuevo y joven “Casanova” llegara, para asumir responsabilidades.
Y así fue, un día percibió un olor muy penetrante que se acercaba pero era conocido. Un joven extranjero de oscuro y brillante pelaje se acercaba, era su hermano. Sin poner objeción alguna permitió que tomara el mando y así Lobo Negro podía concentrarse en las hembras, dejando a su hermano que asumiera toda responsabilidad derivada del cargo.
La vida de los lobos es dura y llena de peligros. Ellos continuamente tenían que defenderse de invasores y por segunda vez en su vida Lobo Negro se encontró en el lado perdedor. Se repetía la historia, ante los nuevos ladrones de territorio y sin poder hacerles frente, tuvieron que huir.
Eran malos tiempos para ellos y las enfermedades les asolaban. El número de la manada disminuyó considerablemente. Del gran grupo que formaban, ahora solo quedaban cuatro: dos compañeras suyas, su hermano y él. Si antaño fue un lobo solitario ahora estaba concentrado en proteger a los suyos.
El duro invierno llegaba a su fin y juntos lograron sobrevivir para saludar a la primavera, que con su llegada les nacieron dos camadas nuevas, naturalmente de Lobo Negro, pues el macho alfa (su hermano), solo cazaba y protegía el territorio. Hundidos en el exilio eterno se convirtieron en un grupo de doce lobos enormes, fuertes y grandes cazadores.
Cuando estuvieron preparados Lobo Negro y su hermano se reunieron y decidieron recuperar lo que un tiempo fue suyo. De manera, que implacables se dirigieron más veloces que el viento hacia el territorio perdido.
En el fragor de la batalla, Lobo Negro defendió con superioridad y extrema dureza a su hermano y su manada, asumiendo funciones de macho alfa. Los años le habían agraciado con un físico muy potente, grande y fuerte, y él solo consiguió echar a los lobos invasores, antiguos responsables de su duro exilio. Creyendo que su hermano lo recompensaría, éste no lo hizo, y Lobo Negro tuvo que seguir sometido a sus órdenes.
Era ya un adulto anciano, y sentía como su fuego interior se apagaba. Cerca del final del verano, casi a principios de otoño, Lobo Negro partió a patrullar los límites de su territorio. Como era costumbre en ellos, su hermano esperaba sentado su regreso al lado de la manada, pero aquella vez no volvió, día tras día le esperaba, pero él nunca regresó. Quizá murió de vejez o atacado por otros lobos. Su espíritu libre y sus llamadas eran más poderosos que cualquier manada a defender y él siempre escuchaba y acudía a ellas.
Lobo Negro había sobrevivido a la guerra, había superado la hambruna y se había adaptado a la soledad no despreciándola sino comprendiéndola. Había adquirido una gran experiencia. De lobo rebelde e irresponsable que solo infringía reglas, había conseguido saber, acatarlas y cumplirlas en su más estricta rigidez.
Ya nunca se volvió a saber de él, pero el legado que dejó, dio testimonio de su existencia, convirtiéndolo en imperecedero e inmortal al cruel y despiadado paso del tiempo.
Liliana Castillo Girona
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