El colapso gravitatorio te creó, cuando
la Gigante Roja exhaló su último aliento de energía y murió.
Sin dejar de existir y tras varios
miles de millones de años de muerte en vida, su propia fuerza gravitatoria la “resucita”,
naciendo en ella una pequeña y concentrada fuente de luz.
Como Enana blanca se la conoce ahora, que,
implacable concentra toda su fuerza en sí misma. Y ahí permanece en los
confines finitos de un pequeño trozo de Universo, girando y girando sin
detenerse, hasta que las fuerzas cósmicas provocan su propio colapso gravitacional,
convirtiendo su fuente de luz blanca y mágica en eterna oscuridad.
En su negro y vacío interior la lucha
por la autodestrucción no da tregua a su corazón. Comprimiéndose sin cesar,
hasta que sus átomos, por su enorme fuerza se empiezan a aplastar, dejando
libres a los electrones, quienes acercándose peligrosamente a su núcleo atómico,
se encuentran con los protones. Entre ellos la atracción es tan universalmente
superior que se fusionan, originando un incontrolado nacimiento de neutrones.
La irreversible reacción en cadena
tiene lugar en ella, en su temido interior, haciendo que la gravedad pierda el
control y aumente desproporcionadamente.
Ya no existe estrella, tan solo Tu, oscuro
y temido Monstruo negro del Universo, pues gracias a su destrucción vives, para
tan solo saciar la infinita y negra voracidad de tu interior.
Y ahí estas, atrapando no solo la luz
sino al espacio-tiempo. Eres inmortal y siempre permanecerás. Eres fuerza y
poder pero también oscuridad, y, continuamente hasta la extinción del Universo,
intentas llenar tu infinito vacio, que siempre te consumirá, hasta que el
tiempo que tu atrapas, extinga tus días de oscuridad.
Liliana Castillo Girona
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