dimarts, 30 de setembre del 2014

SOMBRAS


Y ahí me encontraba, finalmente había llegado. Paciente observaba y esperaba el momento adecuado para adentrarme en las profundidades sombrías del bosque, que, lúgubre y orgulloso aparecía ante mis asombrados ojos.

Y el momento llegó. Con cautela avanzaba por sus senderos.

El suelo cubierto de hojas, ocultaba pequeñas criaturas, que asaltaban mis pies mientras las más curiosas y valientes de ellas, subían por mis piernas. "Esas", peludas y negras, me clavaban continuamente sus diminutos colmillos absorbiendo mi rojo fluido vital, mientras luchaba feroz contra ellas para recuperar mi cuerpo.

Sin saber porque seguía avanzando. No podía evitarlo, el bosque me atrapaba, me hipnotizaba y me obligaba ir hacia él.
 

De repente la niebla invadió todo su espacio. No había luz solar, no había nubes, no había ruido. Solo el bosque con su niebla, espesa, densa y fantasmal, se extendía, alcanzado con sus delgados e invisibles brazos los rincones más recónditos y escondidos del bosque, mi anfitrión.

Los árboles eran figuras retorcidas y grises que se curvaban hacia las hojas del suelo, saludándolas. Completamente desnudos, ellos nunca habían visto al sol, pues ninguno de ellos crecía hacia el cielo, más bien se ocultaban de él.

Y seguí avanzando. De repente surgieron de la niebla sombras, que sigilosas y ágiles se deslizaban entre los mortecinos árboles, acercándose. Al tiempo empecé a oír susurros que luego se convirtieron en esperpénticas risas, quienes mofándose de mí, intentaban obstaculizar mi avance.

El bosque cada vez era más oscuro. Los bichos me atacaban, los árboles me rodeaban, y las sombras que surgían de la niebla se reían de mí, pero necesitaba avanzar, llegar a su final, si es que había alguno.

Entonces oí una voz lejana. Repetía mi nombre sin cesar. Era una voz extraña. Alguien me conocía en ese bosque. ¡Pero eso era imposible!.

De pronto el vértigo se apoderó de mí, e indefensa y agotada, me desmayé.

Cuando recuperé la conciencia, vi con asombro que me deslizaba sigilosa y ágil entre los mortecinos árboles. Convertida en sombra, surgía de la niebla, burlándome de otros humanos, que hechizados por el bosque, se perdían y desaparecían en sus profundidades sombrías.
Liliana Castillo Girona

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