Y ahí me encontraba,
finalmente había llegado. Paciente observaba y esperaba el momento adecuado
para adentrarme en las profundidades sombrías del bosque, que, lúgubre y
orgulloso aparecía ante mis asombrados ojos.
Y el momento llegó. Con cautela
avanzaba por sus senderos.
El suelo cubierto de hojas,
ocultaba pequeñas criaturas, que asaltaban mis pies mientras las más curiosas y
valientes de ellas, subían por mis piernas. "Esas", peludas y negras,
me clavaban continuamente sus diminutos colmillos absorbiendo mi rojo fluido
vital, mientras luchaba feroz contra ellas para recuperar mi cuerpo.
Sin saber porque seguía
avanzando. No podía evitarlo, el bosque me atrapaba, me hipnotizaba y me obligaba
ir hacia él.
De repente la niebla invadió
todo su espacio. No había luz solar, no había nubes, no había ruido. Solo el
bosque con su niebla, espesa, densa y fantasmal, se extendía, alcanzado con sus
delgados e invisibles brazos los rincones más recónditos y escondidos del
bosque, mi anfitrión.
Los árboles eran figuras
retorcidas y grises que se curvaban hacia las hojas del suelo, saludándolas.
Completamente desnudos, ellos nunca habían visto al sol, pues ninguno de ellos crecía
hacia el cielo, más bien se ocultaban de él.
Y seguí avanzando. De
repente surgieron de la niebla sombras, que sigilosas y ágiles se deslizaban
entre los mortecinos árboles, acercándose. Al tiempo empecé a oír susurros que
luego se convirtieron en esperpénticas risas, quienes mofándose de mí,
intentaban obstaculizar mi avance.
El bosque cada vez era más
oscuro. Los bichos me atacaban, los árboles me rodeaban, y las sombras que
surgían de la niebla se reían de mí, pero necesitaba avanzar, llegar a su
final, si es que había alguno.
Entonces oí una voz lejana.
Repetía mi nombre sin cesar. Era una voz extraña. Alguien me conocía en ese
bosque. ¡Pero eso era imposible!.
De pronto el vértigo se
apoderó de mí, e indefensa y agotada, me desmayé.
Cuando recuperé la conciencia,
vi con asombro que me deslizaba sigilosa y ágil entre los mortecinos árboles. Convertida
en sombra, surgía de la niebla, burlándome de otros humanos, que hechizados por
el bosque, se perdían y desaparecían en sus profundidades sombrías.
Liliana Castillo
Girona
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